Atentado, agresión, ataque,
embestida, ofensa, palabras todas que hacen temer lo peor. Que muestran nuestra
vulnerabilidad porque alguien nos odia y nos hace sentir inseguros. Todos somos
víctimas del engaño y del dolor. Si el atentado es terrorista toma el
protagonismo que buscan los agresores. Víctimas mortales maltratadas por el
destino, eran en el lugar inadecuado y en el momento inadecuado. Desaparecen de
forma brusca, sangrienta, algunas sufriendo, otras sin darse cuenta, marchan de
golpe dejando a su alrededor quizás familiares o amigos heridos que sufren y sufrirán
el resto de sus vidas por las secuelas y por el abandono brutal de los seres queridos,
arrebatados por el acto más violento que han dirigido locos al poner precio a sus
vidas. Manipulados por falsas creencias y falsas promesas de una vida mejor, debido
a un mundo lleno de odio y de guerras muy difícil de arreglar. Familias destrozadas
y abandonadas al destino de su pesar. Familias que no entienden porque les ha
tocado a ellas tanto por si eren inocentes que pasaban por allí como si eran
culpables de provocar lo que nunca hubieran imaginado. Culturas contrapuestas,
inmigrantes de países maltratados, se supone que se integran cuando ni los
suyos se habían dado cuenta que alguien les ha comido el coco. Extraños pasos
per parte de los cuerpos de seguridad del Estado. A quién protegen, si algunos
se han hinchado a vender armas? Todo huele mal, una hedor extraña y apesta, hedor
a podrido y no tienen ni la decencia de saber estar. Consternación que durará.
Traducción del artículo publicado en el semanario el 3 de vuit
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